Recomendar o no recomendar, esa es la cuestión.

Si, me gusta recomendar, al punto de la exageración, al punto del cansancio absoluto de los otros, claro esta, no el mio, ya que soy incansable cuando se trata de hacer recomendaciones y dar consejos es casi una adicción. Incluso este espacio es una forma de dar rienda suelta sin culpa a mi compulsión por recomendar cosas, ideas, libros, autores, técnicas, programas, películas, series, estrategias, charlas, videos, consejos, tácticas, comidas, recetas, lugares, eventos, etc, etc, etc. De esta forma, por este medio, quien quiera leer, leerá, quien no, no esta obligado como cuando uno envía un correo con destinatario especifico, dejando a esa persona entre el monitor y la pared. Como toda adicción tiene una serie de efectos percibidos como positivos y otros como negativos. Seguramente hay mas de los que les comentare, pero aquí expongo los que yo observo más claramente desde mi sesgada mirada y los clasifico entre consecuencias para quien recomienda (recomendador) y consecuencias para quien recibe la recomendación (oyente).
En primer lugar, quien recomienda puede experimentar la satisfacción de compartir con el o los otros algo que le parece interesante, importante o simplemente curioso o divertido. Esta satisfacción puede incluso llegar a parecerse al sentimiento de auto-realización de quien ha brindado una ayuda significativa a otro ser vivo, es decir, quien recomienda siente, piensa o cree que con ese simple acto de recomendar, aconsejar o sugerir esta ayudando. Si lo que cuenta es la intención, vamos bien, la intención es en principio buena, pero todos sabemos que muchas veces con la buena intención no alcanza y que aun a pesar de ella el resultado puede ser contraproducente cuando por ejemplo el oyente no tiene ganas de que le aconsejen nada y el simple hecho de tener que escuchar la sugerencia lo siente como un suplicio; en estos casos lo ideal seria desistir de hacer recomendaciones hasta que esa persona nos lo pida directamente. Ahora bien, se parte de varios supuestos, que me consta no se cumplen en todos los casos, partiendo de un sujeto A que recomienda algo, llamémosle X (puede ser cualquiera de las cosas que he mencionado antes como libro, video o música) a un sujeto B. Primer supuesto: que B quiere o necesita ayuda, y la esta solicitando de A (ya sea explicita o implícitamente, pero A siempre esta seguro de que este pedido es obvio); y segundo supuesto: que B hará la misma interpretación que hizo A sobre X al verlo/escucharlo/leerlo/practicarlo/experimentarlo/vivirlo/visitarlo (dependiendo que sea lo que sea X). Este último es el mas delirante de ambos presupuestos pero a su vez es la base neurálgica de todo el asunto, ya que sin esta creencia no existiría la imperiosa necesidad de querer que el otro lo haga. Por ejemplo, veo un chiste gráfico que me genera mucha risa (mi interpretación es entonces que es realmente muy gracioso), acto seguido se lo sugiero a un amigo/a,por qué? porque quiero compartir algo humorístico, porque supongo que esa persona quiere/necesita reírse, (primera suposición) y que ella también lo en contra igualmente divertido (segundo supuesto, asumir que el otro interpretara exactamente igual el chiste en este caso).
Claramente, no todos interpretamos lo mismo acerca de las cosas, hechos, personas, situaciones, palabras, etc, etc, ya sea porque tenemos una acumulación de vivencias y creencias en nuestra mente que nos condicionan ampliamente, porque somos  individuos y como tales tenemos nuestras particularidad que nos hacen únicos, o porque ni siquiera somos iguales a nosotros mismos todo el tiempo, porque podemos interpretar diferente exactamente el mismo hecho o situación en distinto momento del día, o porque nuestra percepción de eso mismo varia en un momento diferente del año o de nuestras vidas. No cabe duda, que no es tan evidente que el otro sentirá, pensara o reaccionara de igual modo ante lo mismo que como lo hicimos nosotros, mas bien parecería mas probable que sea diferente, aun cuando sea levemente diferente. Esto no es malo en si mismo, ya que de la diversidad de percepciones surgen los intercambios mas interesantes, pero se puede convertir en aun fuente de frustración ilimitada para quien esta esperando una reacción determinada, para quien no se ha preparado para estas posibilidades, para quienes aun se resisten a aceptar que hay muchos tonos diferentes de grises entre el blanco y el negro, y que cada cual elige con cual se siente mas cómodo.
En segundo lugar, y desde el punto de vista de quien recibe la recomendación tenemos un mundo aun mas complejo de suposiciones y posibilidades, pero me limitare a las que he podido observar mas de cerca. Llamare a quien es recomendado el oyente (suponiendo en el mismo acto que esa persona esta escuchando lo que le están recomendado, lo que se que no siempre se cumple). El oyente recibe el consejo o recomendación básicamente de dos modos dependiendo de si el oyente comparte el primer supuesto hecho por el recomendador (que el oyente quiere o necesita ayuda): como una ayuda o sugerencia bien intencionada y que cree hasta puede resultar útil o interesante; o bien, como una invasión descarada del recomendador a su intimidad, un avasallamiento total y un atrevimiento absoluto, («¿quién te pidió consejo?, ¿quién te dijo que necesito ayuda?, ¿qué te hace creer que yo necesito escuchar/ver o hacer X/Y o Z»). Pasado este punto, puede que el oyente a su vez, tome el consejo o recomendación seriamente o no, y con esto me refiero, a que en cualquiera de los dos casos posibles, puede que el oyente materialice la recomendación viendo, haciendo, escuchando, leyendo o practicando lo que sea que le han sugerido. Aunque cueste aceptarlo, aun cuando el oyente nos diga que le parece interesante puede finalmente no leer ese libro que le aconsejamos por una gran variedad de razones que no vienen al caso discutir.

Finalmente, el oyente que si lleve a cabo la recomendación, percibirá algo, que puede ser o no parecido a lo que el recomendador le compartió haber percibido. En este punto, el oyente hará que el segundo supuesto del recomendador, (que la interpretación sera la misma o muy similar), sea correcta o no. De esta última coincidencia o no, o de que tan grande sea la brecha entre ambas interpretaciones o percepciones dependerá la futura reacción del oyente ante otra recomendación de esa misma persona. De la misma forma, que la insistencia y numero de sugerencias o recomendaciones de un sujeto para con otro dependerá de la cantidad de veces que este segundo lleve a cabo las sugerencias o como las reciba.

Ahora bien, cuando uno es adicto a recomendar, todas estas consideraciones están de mas. Yo encuentro placer en el mismo acto de recomendar, porque estoy de esa manera comunicando algo que me movilizo de alguna manera, estoy además de suponer mucho sobre el otro, incluso erróneamente muchas veces, contando sobre mi, que me gusta que me interesa, que me hace bien, que creo, que pienso y siento. Es abrir el alma al otro, ya que uno difícilmente recomiende algo que no cree, que considera malo o sin sentido. Como una vez me dijo un amigo «cuando le recomiendas algo a otro, es lo que te estas aconsejando a vos mismo», lo cual lo interprete (independientemente de su real intención) como: no recomiendo a otro lo que no creo que sea bueno para mi mismo porque considero a ese otro un igual, me veo en el otro, genero empatía, creo sentir lo que siente, y quiero que se sienta tan bien como yo me sentí cuando hice/leí/vi o experimente lo que le sugiero. Puede que el otro no se sienta como yo creo que se siente, puede que no le parezca apropiada u oportuna la sugerencia o puede que no le produzca los mismos resultados, en cualquier caso, ambos nos beneficiamos al conocernos un poco mas mutuamente y a nosotros mismos. Dicho todo esto, mis siguientes entradas serán recomendaciones y sugerencias de modo compulsivo.

2 Comentarios

Comparti tus ideas